Si analizamos el comportamiento colectivo al acercarse las tradicionales (en méxico al menos) fechas decembrinas, se respira un aire totalmente impregnado de intenciones que tienen que ver con cierre de ciclos, y tal parece que es muy cierto lo que dice Martin Heidegger cuando afirma que el Dasein (el ser-en-el-mundo) no es un ente pensante que puede ser analizado de manera individual, sino que la interacción mundo-ser es clave para la constitución del mismo. Ocea que si pudieramos aislar a una persona en un lugar donde los usos y costumbres son totalmente distintos, para este periodo decembrino, su percepción temporal y reacciones sociales podrían distar mucho de como promediamos nosotros en estos momentos. Esto habla de una influencia (por no decir manipulación) de muchos factores para que resulte en el “espíritu festivo” por resumirlo en un par de palabras.
Carl Jung estudió un concepto conocido como conciencia colectiva, que prácticamente hace referencia a un código fuente existente en el conciente profundo de cada ser humano, sin importar procedencia o bagaje cultural. A simple vista se podría decir que se contrapone con la postura de Martín Heidegger pues la capacidad de pensamiento humano se percibe distinta entre estos dos pensadores; no obstante, el código fuente del que se hace mención en la teoría de Jung, puede concebir funciones en lugar de variables; permitanme explicar lo que mi “yo” ingenieril quiere decir. El ejemplo de la intención quasigeneral de querer “cerrar ciclos” al tiempo en el que se está terminando el ciclo gregoriano (un año civil) es una función del pensamiento racional que alude a que algo va a terminar y otra cosa nueva va a surgir, y si lo vemos independientemente del origen social, los pueblos prehispánicos por su parte, tenían otra configuración cíclica y también iniciaba y terminaba a cierto tiempo, las civilizaciones mediterráneas, las nórdicas, las orientales, todas, comparten ese mismo comportamiento: de ahí podemos definirlo como función del pensamiento, y evitamos tratar con variables (año gregoriano, ciclo solar, lunar etc). Todo depende de la perspectiva de observación (en realidad, no hay ciclos sino una constante evolución sobre una linea discreta de tiempo).
¿Entonces, porque tenemos la necesidad de actuar como actuamos para estas fechas? ¿Porqué nos hacemos constantemente promesas o propósitos de fin de año que solamente nos torturan año con año puesto que no se cumplen en su gran mayoría? ¿Porqué nos mentimos así? ¿Porqué descontinuaron los hojaldres de mora en el starbucks México? Para casi todas estas preguntas, la respuesta puede ser atribuida a que la fecha no es significativamente representante en nuestro esquema de pensamiento individual, sino que más bien es de participación socialmente obligatoria; porque el que uno se quiera excluir de celebrar las festividades de temporada, resulta en una catalogación como la de “Grinch” por ejemplo, que localmente es como se le llama a alguien que está en contra de la festividad católica comercializada y capitalizada de la navidad, y a fin de cuentas, esa catalogación es bajo el mismo esquema.
Los que han tenido la dicha de experimentar lo que es ser padre (uno responsable obviamente), sabemos que el enfoque mental es totalmente distinto a partir del momento en el que sabemos que viene una criaturita en camino. Sabemos que a partir de ahora, alguien más dependerá de nosotros y por ende, tenemos que cuidad nuestra salud si queremos disfrutarl@ a largo plazo, tenemos que ahorrar un poco más de dinero para poder sobrellevar los gastos que implica (que por cierto es una de las inversiones más importantes de una persona en su vida, dicho por varios estudios), los riesgos que uno toma cambian en función de esta personita, y en resumidas cuentas, pasas segundo plano, al menos hasta que te resuelves personalmente. Ese hecho, el de la paternidad (no hablo con exclusividad de género, sino como hecho humano, seas hombre o mujer), es un suceso que si es importante y significativamente representante en nuestro esquema de pensamiento humano, y a diferencia de los propósitos de año nuevo por ejemplo, los compromisos que haces en torno a esta nueva función de pensamiento torneada por la venida de un sucesor generacional tuyo, son diametralmente distintos.
Resumiendo, no hagan propósitos de año nuevo solo porque “viene el nuevo año”, no hay que mentirnos ni torturarnos sin mayores motivaciones; a menos que quieran ser socialmente incluidos en una reacción no significativa en la historia del pensamiento claro está, porque ¿en verdad creen que 100 años a partir de hoy, los pensadores estarán analizando las razones por la que Juana Perez se proponía a bajar 10 kg cada 31 de diciembre mientras se acababa 3 platos de romeritos, pavo, relleno y pierna en una noche? Ahora bien, si en verdad quieren continuar con una tradición (porque así lo hemos establecido) de declarar al aire o a uno mismo propósitos para el siguiente ciclo gregoriano, ¿que tal si nos proponemos un “mind-shift“? por ejemplo, si yo suelo consumir mucho producto embotellado, iré cambiando hábitos para usar menos productos PET de un uso llevando conmigo alternativas menos nocivas; o por ejemplo, me levantaré 5 minutos más temprano a diario para tender mi cama (sumamente importante, puesto que el sentido de completitud que nos da el terminar tareas pequeñas durante el día a día inicia con actividades recursivas). Ese tipo de propósitos son más sustentables tanto personalmente como ecológicamente, por mencionar algunos ejemplos.
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