Se acercan los ritos tradicionales de las excequias de un año que esta vez suma 18 y 2000, y no dejan de ser importantes o hasta significativos para algunas personas y para algunas culturas. Precisamente son las tradiciones que moldean y dan forma a las culturas, y con el pasar del tiempo, las mixturas de estas van manifestandose y emergiendo. Como cultura, nos hemos impuesto la necesidad de portar la máscara del éxito, sea cual sea tu definición de éxito (una buena casa, un buen auto, una buena familia, estabilidad económica, lo que sea) aunque no sea de tu medida o te quede forzada; si tienes una bonita casa, grande y de buen gusto, pero te sientes solo o no estás resuelto personalmente, no importa que le sigas invirtiendo a tu casa o comprando un auto nuevo cada año, tu máscara de “éxito” será fabricada y no de tu medida. Entonces, ¿porqué nos empeñamos en mostrar algo que no es propio? Tan fácil que suena hacer lo contrario.
`Al país que fueres has lo que vieres´, y si vemos que el vecino es aparentemente feliz con determinada acción o artículo, una sensación de vacío va a buscar apropiarse de ese sentimiento imitando al vecino. Esto tiene raiz en cuestiones psicológicas y es así como funcionan grandes empresas, vendiendole a la mente a través de un sentimiento, y no del producto en sí. Hay quienes han investigado más a fondo este tema (Simon Sinek en su tema “círculo dorado” por ejemplo, postula de forma muy interesante algo similar) y no es la intención de este artículo, ahondar más al respecto sino, reflexionar acerca de que es lo que sucede al “irse” un año. Entonces podemos hablar de muchas cosas, y asociar estructuras con formas en todos los casoas (dicen los psicólogos), o viceversa.
A inicios de este año, hice una investigacion algo somera pero interesante al respecto de las estructuras de pensamiento que una persona en “necesidad” desarrolla. Sin muchas palabras, basta con aportar para el caso de este artículo, la diferencia entre el fondo de un pensamiento y la estructura, donde el primero es la escencia de la función del pensamiento, y el segundo es la forma material que se asocia a este pensamiento. Por ejemplo, tenemos un niño que llora porque le quitamos un juguete que le gustaba mucho y no quiere perder o no quiere alejarse de el. El fondo no es el juguete, puesto que puede ser un oso de peluche, un carro, una prenda o cualquier otra forma (estructura), y que por cierto, es reemplazable; al contrario el fondo es el sentimiento de apego que ha desarrollado el niño y que se puede deber a muchos factores, por ejemplo, cuando el lloraba porque se asustaba, acudía al oso de peluche y este le aportaba compañía o al carrito para distraerlo. Vamos trasladando estas mismas funicones de pensamiento a la edad adulta, y sumando el factor de reforzamiento que hemos aportado por mucho tiempo y tenemos una explicación a muchos comportamientos “adultos”.
Una persona adulta que se refugia en el alcohol cada vez que hay un problema (estructura) es porque en alguna de sus etapas de desarrollo, probablemente la adolesencia, no fue capaz de desarrollar los mecanismos sociales para afrontar ese problema, y normalmente algún conocido es el que lo indujo a esa opción estructural, que con el paso del tiempo se fue implantando. Volviendo al ejemplo de la máscara que forzamos, una persona que se refugia en las apariencias (casa, auto, ropa de marca, etc), es porque el fondo es tal que no le permite resolver sus carencias personales por ejemplo y tiene que materializar esa necesidad en una estructura que es fácil (relativamente) de adquirir. Prácticamente cualquier aspecto del pensamiento se puede trasladar a un esquema de fondo-estructura, no necesariamente negativo.
Habiendo establecido pues que es por cuestión cultural el que para estas fechas, uno quiera dar esa sensación de éxito en las reuniones de trabajo, familiares o reencuentros generacionales, ¿Se imaginan la presión que se puede llegar a concentrar en alguien que no ha tenido una buena racha? Y encima de todo, uno totaliza como sentenciandolo ya al finalizar “FELIZ AÑO NUEVO!!!” sin que sea mal intencionado el deseo. Un año de por si, no puede ser feliz, es una medida de tiempo pero la frase, si implica una simplificación que se antoja poco práctica y nada realista. En una gama de emociones, de experiencias, de aprendizajes y de sucesos que se pueden asociar a algún periodo de tiempo, es utópicamente engañoso, querer destacar solo los aspectos positivos: los momentos felices, los logros empresariales o personales, algún nacimiento esperado o una feliz unión. No podemos dejar de lado aquellas experiencias como la tristeza, la melancolía, la soledad o la decepción, puesto que esta polaridad es la que nos genera el espectro, y sin ellas, las primeras (experiencias positivas) no tendrían la misma dimensión o impacto. De hecho hay una película de la compañía Disney que habla muy bien de esto y lo narra de una forma propia de su estilo, se llama Intensamente.
Ahora bien, eso no quiere decir que se tenga que desear al prójimo algo así como: “Deseo que te vaya bien, pero que también te vaya mal”, o “espero que alguien se muera en tu familia porque este año va a nacer tu hij@/sobrin@/lo que sea”. Sostengo que no es práctico querer ser demasiado nihilistas. Si por el contrario cambiamos la estructura de nuestros buenos deseos, y nos enfocamos en el fondo de los mismos, puede resultar algo muy interesante. ¿Que tal si en lugar de desear que llegue el amor de tu vida mágicamente a tu puerta, le deseas amor propio a la persona, para que pueda resolver (si hay) alguna carencia de fondo? (obviamente no le digas que es para resolver eso, se menciona aquí por efectos literarios solamente); o ¿que tal que le deseas a la persona fortaleza para afrontar las muchas batallas que seguramente se van a presentar durante los siguientes 365 días (o 366 según corresponda)?; ¿que tal si mejor deseas humildad para saber cuando una de esas batallas está perdida, y puedas reconocer que hay veces que la realidad es distinta al deseo?; ¿Que tal si deseas mejor que pueda diferenciar de los “no puedo” a los “no quiero” y le impulsen a seguir creciendo o persiguiendo alguna meta?; y en general, ¿que tal si reflexionamos más y reaccionamos menos? Creo yo, que otro gallo nos cantaría.
¿Qué máscara te vas a poner hoy?
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